lunes, 28 de septiembre de 2009

en uno dos

no tenías ni un libro de literatura, sólo historia, hablamos de que la historia objetiva es ilusión, vos me decías que sí hay verdad, y que Platón, yo te discutía pero me daba cuenta de que pensábamos igual, no me puse a leer El Capital domingo 10 de la mañana, cuánto sol que entraba por entre las persianas, pensé que era mediodía pero eran nueve menos cuarto, hoy está nublado y llovizna y vos abriste un poco la persiana para dejar entrar algo de esa luz brillante, yo me ahogaba y vos me abrazaste, hacía un poco de frío, me cansé de dar vueltas en la cama, habías estado borracho y a mí el whisky no me gusta, yo me tomo lo que a vos no te gusta me dijiste mientras me besabas y jugabas con mis pies, me quedé dormida en tu pecho y afuera llovía a gin tonic, no querías que me riera de vos, te dije me sonrío mientras me reía, yo puse el agua pero no hice té ni mate, te pusiste una remera rayada, tenía naranja te quedaba linda, tus anteojos me hicieron reír no me gusta no verle los ojos a la gente, es cierto, me molestan los lentes oscuros y por eso me encandilo

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Vuelvo y desenvuelvo

Desenvuelvo esto que tengo entre las manos y es como un río de pañuelos descartables, siembro mis carilinas en tu living y en el cuarto, en correa en zapiola en zavalía, también en zavalía, los gitanes que nos fumaban a nosotros, también ese que tiraste, que me tiraste, y los que me regalaste, mientras la puerta se cerraba y yo del otro lado pero no me voy, no te vas me decís así uno no se va, así uno no se queda te digo, y los discos, y los libros, los que vos me devolvías, los que yo te regalé que son los mismos y volvían, y volvías, nunca leíste el evangelio, nunca lo leíste, tu piano en lo de Javier, el japonés, me puse mi remera de encaje y mis zapatitos blancos, yo era pececito en tu sillón con sábana, ellos que estaban locos, ellos no se querían, nosotros sí, el balcón nos miraba, pero él tenía anteojos sólo que ella no lo veía, ella sentada en la banqueta picaba ajo y él le cocinaba, había quesos y vino y platos, mis platos no los querías, son tuyos son tuyos, traje unos discos, busquemos en youtube, la cama o el sillón da lo mismo, y tu perfume vainillita, un baúl mesita de luz y bibliotecas carolinas, pero canela de San Francisco, pero Schumann y vos para mí, tu piano grabando para mí, tu piano tu música tu trompeta que ya no importa vos sos todo, que ya no importa ya no importa, que yo en taxi no me voy, que la llave llega tarde, que nuestro viaje se toma el vino a Bélgica y tus mapas se despliegan en la cama, la historia de Hobsbawm y el pequeño Nicolás hablando en francés, y tu hermana y tu sobrina y tus llamados y tus teléfonos que suenan, y tu locura y tu locura tu locura más que la mía, remera azul y yo te espero en esta esquina en esa en la otra, en la tuya, yo te espero yo te esperaba, y no llegaste aunque lo creas, aunque tus discos ya no llegaste y yo te esperaba, yo no veía, yo te amaba, vos que me amabas pero con anteojos te los sacaste y algo no cuadraba, y no era miopía ni astigmatismo, yo no podía no yo tampoco, así no te vas, así me voy, así es como me voy vos quedándote y yo te escucho pero no quiero, ya no te leo, yo que te amaba.

miércoles, 15 de julio de 2009

Jugar

Y Luciano también jugaba, pero terminó por no saber exactamente a qué. ¿Al huérfano? ¿O a ser Luciano? Miró la jarra. Había una lucecita roja que bailaba en el fondo del agua y se hubiera jurado que la mano de papá estaba dentro de la jarra, enorme y luminosa con pelitos negros sobre los dedos. Luciano tuvo de pronto la impresión de que la jarra también jugaba a ser una jarra. Finalmente tocó apenas los platos y tuvo tanta hambre por la tarde que necesitó robar una docena de ciruelas y estuvo a punto de indigestarse. Pensó que ya era suficiente de jugar a ser Luciano.

"La infancia de un jefe", Jean Paul Sartre

jueves, 25 de junio de 2009

A medias

Yo le daba todas las mañanas media taza de mi café, a medio paso entre el cortado y con leche, azúcar apenas, no demasiado caliente; media zucarita, media tostada y una medialuna entera (porque esa ya es media)
Medio buen día del que decía desganada en casa, y un cuarto de cepillo de dientes;
Todos mis pasos hasta la parada del 44, el boleto hecho un bollito;
Cada palabra y las medias de lana, mi bufanda rosa,
medio paraguas cuando llovía, mis lágrimas cuando lloraba;
Pero no era a medias que lo quería, sino de a montones, de a toneladas...
No sé porqué él decía que mi amor era como un caracol, lento pero baboso, que no camina pero igual avanza, despacito, despacito... y que se queda en la mitad porque no puede, aunque quisera, llegar a verte, acostarse en tu cama, dormir hasta el mediodía y perderse de mis mañanas, las únicas que te dan de mí a mitades, esas que a vos no te alcanzan.

jueves, 18 de junio de 2009

Me dijeron

Y en esta clase vacía de morrón veo un montón de sonrisas que escuchan, inertes, los pasos sin dar; un micrófono me habla de subjetividades y yo me pregunto porqué el centro nos busca, si dicen que la palabra nos gobierna.
¿De qué me hablan morrón? Te fuiste lejos y gris de volar volvés a tus palabras. Esta vez caminar te alejó de los recuerdos, y lo más angustiante no es la pérdida sino esta ausencia de color, lo que creemos saber.
Me dijeron que busco sonrisas que al principio encandilan, y que después, como luces de avenida se apagan... ¿Qué hago yo caminando por Esmeralda? Te veo caminar por Corrientes, nos movemos y no es inercia, morrón, nosotras las vemos, a todas, a todas, y ellas que nunca salen a caminar. No es el frío lo que me hace temblar, es el delineador que ya no pinta, son estas luces de más. Y como queriendo recordar con los ojos, aunque ya aprendimos que buscamos lo que no encontramos, en las calles, en los libros, en el diván... no es tan injusto al final que caminemos por Buenos Aires buscando lo que no hay.

sábado, 30 de mayo de 2009

Vueltas III

Estas vueltas, y el pragmatismo que se nos escapa de las manos, todas las veces, todos los días. Las manos, tus manos de papel, ¿sabés? La lluvia pececito, la lluvia...

Te lo digo ahora: estas carreras sin horizonte a veces te llevan a ningún lado, y en el mejor de los casos. Porque también pueden llevarte a todos los lados juntos, y eso puede resultar aún más desconcertante, ¿todos o ninguno?, la infinitud de alternativas que paraliza a cada paso que no puede darse, porque paraliza. Y uno inventa razones, uno planea estrategias, pero ante la proliferación de acciones posibles la respuesta es siempre menos uno, o cero, y ya no sé cual es peor, la multitud que arrastra hacia atrás, hacia el negativo, o quedarse en cero para no morir en el intento. Uno en cambio es por lo menos positivo, UNO, no hay abismo de cantidad, no hay opciones, es fácil, y es positivo, es uno; también dos es una posibilidad igualmente ventajosa, DOS además se hacen compañía, casi mejor que uno diría, pero no, uno está bien también. ¿A dónde íbamos? Ah, cierto, a ningún lado, habíamos quedado pegoteados en la manteca de las alternativas sin fin, buscábamos un rumbo, desplegado y caótico pero rumbo al fin, rumbo al comienzo, buscábamos un equilibrio entre el todo y el nada que tan inocentemente se nos ofrece, buscábamos y no encontrábamos.

jueves, 21 de mayo de 2009

Para Morrón

Estamos corriendo. Sólo veo blanco.
Mis pies fríos, tus pies fríos, un tercer par de pies, fríos.
Cada vez más blanco, cada vez más frío, y el tercer par entre los dos, la nieve que cae, ¿dónde estás? No te encuentro, acá todo es blanco, no veo tus ojos, me faltan tus pies, las huellas se borran y el viento se lleva mis gritos con él.
Gris, vos blanco y yo gris y la nieve que sigue cayendo pero te veo, ahora te veo, hay un par tercero, te abrazo pero hay otros pies, fríos como los tuyos, como los míos, como los nuestros.
Me despierto, Leandro, me despierto.
No te fuiste; por eso estamos corriendo.