miércoles, 15 de julio de 2009

Jugar

Y Luciano también jugaba, pero terminó por no saber exactamente a qué. ¿Al huérfano? ¿O a ser Luciano? Miró la jarra. Había una lucecita roja que bailaba en el fondo del agua y se hubiera jurado que la mano de papá estaba dentro de la jarra, enorme y luminosa con pelitos negros sobre los dedos. Luciano tuvo de pronto la impresión de que la jarra también jugaba a ser una jarra. Finalmente tocó apenas los platos y tuvo tanta hambre por la tarde que necesitó robar una docena de ciruelas y estuvo a punto de indigestarse. Pensó que ya era suficiente de jugar a ser Luciano.

"La infancia de un jefe", Jean Paul Sartre